Por Tessa Galeana
“Mi hija nació prematura, llegué con un cuadro de preeclampsia al hospital. Antes de eso, el médico me dijo que todo iba bien, pero nunca me hacía revisiones adecuadas, hasta que llegué a mi cita mensual y me tomaron la presión, que traía muy elevada. En el hospital, las enfermeras me trataron muy mal, me echaron la culpa, porque decían que yo tenía la culpa de tener preeclampsia. Me dejaron en sala de shock durante el fin de semana, desnuda, a la vista de todas las enfermeras y los estudiantes, solo me hacían revisión los estudiantes y uno de ellos me hacía el tacto constantemente, me sentía incómoda e invadida. Hasta el día lunes, el jefe médico llegó y fue quien me hizo la cesárea de emergencia, pero antes me hizo sentir que por ser madre soltera, tenía que decidir si me salvaba a mi o a la bebé, le dije que a mí, porque tengo más hijos que me esperaban en casa y me dijo egoísta, me llevó al quirófano regañándome. Cuando me pusieron la anestesia, me lastimaron, me dijeron que era una torpe, que fuera más valiente, así como había abierto las piernas para embarazarme. Cuando mi hija nació, me llevaron a la sala de recuperación, donde me gritaban que era una inútil porque no se me pasaba rápido la anestesia. Qué decir de los días que mi hija estuvo en la incubadora, durante dos meses tuve que escuchar maltratos de parte de los médicos y las enfermeras”. Este es el testimonio de una mujer que no sabía que lo sucedido, fue violencia obstétrica, que no sabía que la ignorancia y la falta de empatía de los obstetras, conlleva a mucha violencia, que se encuentra normalizada, sobre todo en los hospitales públicos.
La violencia obstétrica se vive por la ignorancia de los profesionales de la salud, por la negación de la información a las mujeres sobre los embarazos y las prácticas sanas para ellas y para los bebés en camino. No hay trato digno, no hay empatía, los obstetras son hombres que tienen el machismo muy bien insertado, miran a las mujeres como si fueran meras incubadoras, personas que no sienten y qué decir de las y los bebés que llegan a este mundo, con maltrato desde el nacimiento.
Mujeres que sufren en partos normales, siendo lastimadas no solo física, sino también emocionalmente. Mujeres que también son obligadas a ser sometidas a cesáreas, aunque no sean necesarias. Mujeres que sufren al amamantar, porque no se les dio la información adecuada durante el embarazo, no se les habló sobre los cambios que conlleva un embarazo, un parto y un post parto.
La violencia obstétrica se da desde el momento en que a las mujeres embarazadas se les trata como personas diferentes, como si se tratase de una enfermedad el embarazo y no un proceso fisiológico que debe ser atendido con empatía y respeto. Cuando son sometidas a procesos dolorosos, con los tactos en el útero, que muchos de los casos, son abusos sexuales por parte de los hombres, se da la invasión a los cuerpos de las mujeres, con la justificación de que es una revisión rutinaria e inofensiva.
Durante el tiempo que dura el embarazo en las mujeres, cuando ellas son atendidas en hospitales, sobre todo de la asistencia pública, son acreedoras de malos tratos, no solo por parte de los médicos generales, sino también de las enfermeras, como si las mujeres embarazadas fueran una carga para el sistema de salud. Si llegan a los hospitales en labor de parto, bajo los protocolos establecidos en los hospitales, si la mujer no amerita parir en ese momento, es obligada a caminar o a volver a su casa con los dolores, a esperar para parir, en muchos casos, las mujeres terminan pariendo en las calles, en el transporte o en sus casas, sin atención especializada, para después ser culpada por no haber acudido a tiempo al hospital.
El sistema de salud privado tampoco queda exento de cometer violencia obstétrica, pues es el más asiduo de realizar cesáreas, ya que esto conlleva a realizar cobros más altos y suelen engañar a las mujeres sobre la necesidad de una cesárea. Las mujeres también son objeto de abuso sexual, pues de igual forma, con el argumento de una revisión rutinaria, se llegan a dar las invasiones a los cuerpos de las mujeres, que por supuesto, son sin haber sido sometidas a un consentimiento, porque al confiar en el profesional, se cree que es normal.
Muchas mujeres, entienden que vivieron violencia obstétrica, hasta mucho después de haberla vivido, incluso cuando ya han pasado años después de la experiencia del embarazo. En el momento, es difícil detectarla y si llegan a detectarla, es difícil que lo señalen, pues los médicos son encubiertos por el mismo sistema de salud, que no abre líneas de investigación, tras recibir quejas sobre sus médicos.
Muchos de los casos son, por obvias razones, elevados a negligencia médica, sin tener sanciones y castigos ejemplares, pues los casos pueden tardar años en tener una resolución, las instituciones solapan a los médicos y muchas veces, hacen perdedizos los expedientes de las pacientes que denuncian.
La violencia obstétrica es una de las violencias de las que poco se habla y es violencia de género también porque se ejerce hacia las mujeres embarazadas, se cree que las prácticas de los médicos están hechas bajo todo el profesionalismo posible, sin embargo, en los últimos años esto se ha intentado visibilizar más, con la toma de consciencia de las mujeres y el control sobre sus procesos fisiológicos y el desborde de información que, desde el feminismo, se intenta hacer, para que las mujeres puedan someterse a procesos dignos y con seguridad para ellas y sus bebés.