
el linaje materno como sanación de nuestro presente
Por Tessa Galeana
¿Cuántas de nosotras nos hemos encontrado con acciones que en realidad no sabemos que teníamos o tenemos? Hay una rebeldía escondida en nosotras, una conciencia que está impregnada en nuestros genes y que está ahí, para ser analizada por nosotras mismas, con el único fin de poder reconocernos en nuestro hoy, el momento exacto en el que nos encontramos.
Hay aprendizajes que nos fueron conferidos desde que nacimos, pero más allá de lo que observamos, hay un pasado que es necesario que abordemos y que olvidamos, porque sí, el sistema androcentrista nos hace creer que nuestros mayores referentes, siempre, deben ser los patriarcas, porque nos adoctrinaron a creer que la sabiduría viene solo de ellos y que nosotras no tenemos nada que aportar a este mundo que habitamos. El útero es nuestro principal transmisor, nuestras madres nos portaron antes de nacer, nos sintieron, a ellas sus madres y así sucesivamente.

Este sistema nos ha hecho perder esa conexión con el principal linaje al que debemos todas nuestras energías para poder reivindicar lo que somos, además de sanar muchas cuestiones personales. Las emociones las aprendemos, pero no es de los hombres de quienes lo hacemos, devienen de nuestro linaje materno ¿alguna vez se han preguntado por qué tienen ademanes que su madre o padre no tienen? La respuesta siempre es “porque me parezco a mi abuelo”, siempre es encajarle una característica particular al patriarca. Sin embargo, no es así, sobre todo las mujeres, tenemos en los genes conexiones ancestrales, que son las raíces de nuestras mujeres de la familia, sean tatarabuelas, bisabuelas, abuelas, madres, que a su vez también se conjugan en las hermanas, primas, tías de ellas y que terminan por heredarnos lo que somos nosotras y que nosotras, vamos a transmitir a nuestras hijas, si es que llegamos a tenerlas, porque aunque nuestras raíces genéticas están arraigadas a nosotras, también existen las compartencias con niñas y mujeres que no forman parte de nuestro vínculo consanguíneo.
Nuestras ancestras, en su momento, supieron resolver sus propias problemáticas, que no son las que ahora vivimos, fueron ellas quienes edificaron parte del feminismo actual, aunque muchas, si no es que todas, no sabían que lo estaban haciendo. Mujeres sabías que hacían uso de plantas medicinales, que a pesar de las inclemencias supieron resolver situaciones complejas, rebeldes en su tiempo, honorables acciones dignas de reconocer y resignificar, mujeres que no necesitaban de tecnología, tampoco de productos capitalistas, que subsistieron con poco y ejemplo de muchas.
Es de nuestro linaje materno, de quienes necesitamos anclarnos, para conectar, para volver a las raíces, aprender de ellas, de nuestro pasado. Más allá de solo decir “somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”, es enraizarnos, ir a lo profundo, a lo más lejos de nuestro pasado para reconectar, eso es un aprendizaje que no debemos olvidar, que necesitamos fomentar.
“Dicen que me parezco a mi abuela”, en el plano físico, pero vamos más hacia los actuares, pensares, sentires, somos más que un físico, nuestro mundo interior es más que eso. Nuestra cuerpa, nuestro autocuidado, nuestra sanación depende de nosotras, de aquello que vislumbremos del pasado y que repercute en nuestro presente.
